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lunes, 10 de agosto de 2009

Origen, meta y destino de las bibliotecas privadas o personales 4

Origen, meta y destino de las bibliotecas privadas o personales 4
Por Francisco Martínez Alas. Ago. 2008 (rev. ago. 2009)

Usos de la colección y trato a los libros
Hasta ahora he hablado del coleccionista. Pero, el ser coleccionista de libros es sólo una faceta del propietario de una biblioteca privada. La otra faceta es la del propietario lector. Esto, porque no basta con poseer los libros, sino que hay que leerlos, consultarlos, usarlos, aprovecharlos. El modo como eso se dé depende de los hábitos de lectura y consumo del propietario de la biblioteca. Yo pienso que cada persona debe moldear y desarrollar sus propios hábitos de lectura e investigación libresca y documental. Y por ello, también, es innegable reconocer que no todos los libros que se poseen se leen o se han leído enteramente. Yo suelo justificar esto argumentando que los libros y documentos se adquieren con diferente propósito unos de otros.

Así, por citar algunos casos, se adquiere libros en una biblioteca personal con el fin de:
a) Acceder a autores y títulos que se quieren leer, poseer, releer y comprender con cierta profundidad.
b) Disponer siempre de manuales, estudios y otros materiales que se adquieren para obtener insumos para la realización de proyectos específicos.
c) Consultar obras de diferente tipo sobre las disciplinas y campos de trabajo del usuario.
d) Completar todas o la mayoría de obras de autores preferidos.
e) Poder estudiar temas particulares desde diversos enfoques, al disponer de varios títulos sobre un mismo tema.

A todo esto hay que sumarle dos ventajas adicionales de la posesión de una biblioteca personal en casa, en la oficina o en la empresa propia. En primer lugar, la colección de libros, documentos y archivos digitales que hemos ido conformando a lo largo de los años, en concordancia con nuestras necesidades de conocimiento y formación, constituye un complejo entero que está siempre disponible, a nuestro alcance, y que responde a la mayoría de nuestros requerimientos. En segundo lugar, está el valor afectivo que algunos le damos a los libros. Valor afectivo que se fundamenta no sólo en la figura que coloca a los libros como amigos muy próximos de su dueño o de sus lectores; sino también, porque aquellos cientos o aun miles de volúmenes que se han compilado durante décadas en las bibliotecas privadas a todos se les conoce bien, porque han conversado con nosotros y llenado las horas de soledad o de ocio productivo, o porque nos han enseñado e instruido. Y lo cierto es que todos, en general, han servido para algún propósito en particular en nuestra vida personal y profesional.

Algunas guías de estudio y manuales de investigación recomiendan mucho el subrayado de los libros y documentos. Si los libros son de nuestra propiedad, talvez no haya ninguna razón de peso para evitar hacer eso. Lo que no se debería hacer es subrayar los libros que se prestan de una biblioteca pública o universitaria, o los que nos presta algún amigo. Y aunque se pueden arguir diversas razones a favor del subrayado de lo libros que uno lee o usa, también hay algunas para no hacerlo. Por ejemplo, yo no acostumbro subrayar las líneas ni anotar en los márgenes, en primer lugar porque no me gustan los libros manchados. Pero, también, doy otros dos argumentos fuertes contra el subrayado: uno, que lo que subrayamos hoy, en una época posterior de nuestra vida de lectores, podría perder sentido para nosotros, o con relación a nuevos intereses y lecturas, y estorbarnos en una nueva indagación sobre el texto; y dos, que los libros deben seguir circulando en el mercado y en las bibliotecas, aun después de nuestra muerte, y los libros sin subrayar son más valiosos en todo sentido.

Por otro lado, es interesante e importante tener alguna clase de registro de los libros que se poseen o de cuando y donde se fueron comprando a lo largo del tiempo. He visto que algunos propietarios de libros anotan en alguna de las páginas en blanco al principio o al final de cada libro el precio, la fecha de compra y el nombre de la librería o proveedor. Algunos otros, le anotan la fecha cuando lo leyeron o consultaron. Me parece que ésta es una costumbre excelente (y que yo lamento no haber puesto en práctica en mi biblioteca).

Adicionalmente, y si se tienen las herramientas tecnológicas, se puede diseñar y construir una base de datos bibliográfica para registrar y describir cada uno de los libros y otros documentos que conforman la biblioteca. Si bien es verdad que elaborar un catálogo en computadora de una biblioteca mediana o grande toma muchísimo tiempo, las ventajas son enormes, ya que no sólo se facilita el encontrar un libro con un contenido, dato o característica específicos, sino que también se obtienen reportes numéricos de diversa índole. Una alternativa interesante, que algunos recomiendan, para agilizar el ingreso de datos al catálogo es copiar y pegar los datos de otras bases de datos existentes y disponibles en línea: es decir, catálogos de otras bibliotecas, librerías y también compañías editoriales. Esto funciona bien, sin embargo, si se desea ir más alla de la simple descripción básica, es preferible ingresar uno mismo los datos y crear metadatos conforme a las necesidades y objetivos personales. En otro artículo de este sitio he publicado una descripción detallada de la base de datos que yo he diseñado: consiste en un catálogo que no sólo describe el documento, sino también lo relaciona con otros criterios y actividades del usuario.

Los libros, documentos y bibliotecas como pratrimonio
Las bibliotecas privadas son patrimonio de sus propietarios y por ello éstos pueden decidir qué hacer con sus colecciones y qué trato dar a sus libros. Sin embargo, yo pienso que los libros importantes y de calidad, constituyen parte del patrimonio cultural y son de interés social; y por ello, los propietarios de bibliotecas personales tenemos la obligación moral de cuidar del destino y condición mediatos o inmediatos de tales colecciones. Así, cuando el propietario de una biblioteca muere, o cuando por diversas circunstancias decide desprenderse de sus colecciones total o parcialmente, los libros pasan a ser propiedad y beneficio de otros, y es adecuado y conveniente que los nuevos usuarios tengan acceso a libros en buen estado.

Además, así se mantiene la existencia y el acceso a aquellos títulos que ya están fuera de prensa y del mercado, o que provienen de casas editoriales ya desaparecidas, o de aquellos otros que ya hay muy pocos ejemplares en circulación en bibliotecas y librerías de usados. Por ello, es importante y necesario proteger los libros y documentos; lo cual significa conservar (en lo posible) sus características de encuadernación y ciertos rasgos de impresión, preservar intacto el texto original, evitar el deterioro provocado por el mal uso y restaurar los libros constantemente. Además, el proteger significa garantizar el acceso a los mismos, o a la diseminación de sus contenidos, así como la reproducción y digitalización legal y autorizada cuando ello sea conveniente o ineludible. No hay que olvidar que la vida del libro y de las ideas y datos que contiene, excede la de los autores, editores, propietarios y lectores individuales; así que, al igual que sucede con otros bienes sociales, ese patrimonio cultural bibliográfico debe ser heredado a las futuras generaciones y culturas.

Un primer paso, es evitar que una colección bibliográfica y documental, sea embodegada en condiciones impropias e inaccesibles, expuesta a toda clase de daños; o peor aún, que se destine a una indiscriminada destrucción de todos sus ejemplares. Los destinos más convenientes para una colección que cambia de dominio son los siguientes:

a) Permitir que los libros se redistribuyan en el mercado por medio de los canales profesionales de libros usados. O bien, venderla íntegramente a otra persona o institución.

b) Heredar la colección entera a un familiar o amigo cercanos que valore los libros y disfrute de la lectura.

c) Donar la colección completa, o una parte significativa de la misma, a una institución educativa o cultural que tenga interés en recibirla, y –especialmente- que posea recursos materiales, técnicos y financieros para sostenerla, conversarla y ponerla en circulación para los usuarios. Ello, porque donar bibliotecas a entidades sin recursos para instalarla y mantenerla, es condenar la colección a deteriorarse embodegada en cualquier parte. Yo, por ello, tengo interés y planes de donar mi biblioteca –en un futuro próximo- a la universidad donde estudié.

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