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miércoles, 13 de julio de 2011

Categorías y Realidad: Documentos, índices, catálogos y tesauros 4

Categorías y Realidad:
Documentos, índices, catálogos y tesauros 4
Por Francisco Martínez Alas

3. El caso de los documentos y libros (cont.)

Ahora, centremos nuestra atención en el discurso y contenido de la obra en sí. ¿Cuál es el contenido de la obra? La obra propiamente dicha es el conjunto de ideas estructuradas y desarrolladas por el autor, y expresadas en un texto, de diversa extensión y género, dividido además en partes cuya separación se señala mediante diversas marcas, tales como números o letras, o con títulos que indican la existencia de partes o capítulos, e insinúan de lo que se trata en tales; por lo que su contenido explícito es todo el texto, aunque también exista un contenido tácito. A lo largo y ancho de tal texto, las ideas fundamentales de la obra, expuestas como conceptos y definiciones, propuestas y juicios, reglas y especificaciones de características, que aparecen mezcladas ejemplos e ilustraciones, cuestiones más o menos respondidas, y proyecciones del futuro más o menos esbozadas, así como con citas y referencias a otros textos, y las inevitables palabras inútiles. También pertenecen a la obra del autor, algunas notas puestas al pié de las páginas o al final de la obra, figuras e ilustraciones, y algunos otros elementos informativos. Pero, como leer cualquier libro requiere del trabajo y dedicación de varias horas, sino de varios días y semanas, al final de la lectura completa de texto, por muy atenta e inteligente que haya sido hecha, no todo el contenido queda en la memoria recuperable intencionalmente del lector, sino que muchas cosas son olvidadas, ignoradas, convertidas, confundidas, o no comprendidas. Aunque un lector minucioso vaya tomando notas (o incluso subrayando y marcando las propias páginas del libro), muchas partes del texto serán olvidadas aún después de leídas, y al cabo de un tiempo, las mismas notas ya no significarán lo mismo o hasta talvez pierdan significado del todo (lo mismo ocurre con los subrayados y marginados que algunos hacen en las páginas de los libros).

La lectura descuidada o superficial de un texto o un libro deja más vacíos aún en la mente del lector que otros modos o prácticas de lectura rápida, porque el recorrido realizado de tal manera no permite discriminar lo importante de lo no tan importane, y la vista puede posarse en figuras, subtítulos, frases o palabras sueltas sin fijarse también en su sentido y contexto. Y por ello hay que diferenciarla de la lectura atenta pero a distancia y rápida, la que recorre páginas, captura párrafos e identifica y capta conceptos, definiciones y datos claves, e ignora todo lo demás. Este último tipo de lectura responde a la necesidad de consumir, identificar, conocer y evaluar grandes cantidades de datos, información y documentos que exigen ciertos trabajos o la naturaleza misma de la sobreabundancia de fuentes disponibles de consulta.

Por otra parte, la obra, incrustada en el libro –en tanto que objeto físico-, responde a las intenciones, objetivos y propósitos del autor que la ideó, pensó, escribió y publicó. Es válido afirmar que una de las principales intenciones de un autor es comunicarse con sus lectores, ya que se escribe para ser leído por alguien más. Pero, también hay que considerar lo que el autor obtiene para sí mismo durante el proceso de creación y elaboración de la obra (aunque eso no siempre quedará plasmado y expresado en la obra). Si bien antes y durante el proceso de escritura de una obra se tiene y se sigue un plan de reflexión, investigación e imaginación, éste se va modificando a medida que la escritura avanza, y algunas cosas se sacrifican y quedan fuera, y aparecen otras nuevas. Con cada texto que escribe, el autor entrena y perfecciona su inteligencia y raciocinio, descubre nuevos puntos de vista, alcanza conclusiones antes insospechadas, aprende de sí mismo y de otros, avanza en la profundización de cualquier ciencia o tópico de la misma, y adquiere destrezas en el uso del lenguaje literario y científico.

Además del contenido real y explícito de una obra, está el contenido tácito, es decir, lo que el autor no incluyó pero pudo o quiso incluir en algún momento. Cuando se piensa y se discurre para escribir textos que en conjunto, estructurados e interrelacionados conformarán una obra completa, algunas cosas se piensan e imaginan pero luego se olvidan por cualquier motivo, algunas otras se desiste de ponerlas en ésa obra, algunas más que pierden el sentido y valor que originalmente se les había dado, y algunas otras no se logran escribir porque el tiempo de ejecución de la obra no alcanza o ya expiró. Así que, repito, uno de los objetivos o tareas del lector, estudioso y crítico, será intentar develar o descubrir todos esos propósitos e intenciones, de los cuales deben existir indicios, señales o vestigios en la obra; ello, sin ser deleal con el autor e intentar hacerlo decir o afirmar que dijo algo que aquel nunca hizo ni tuvo intención de hacer.

Y, ¿qué ocurre con las lecturas parciales? En mi opinión, también son válidas y útiles, ya que no siempre es necesario leer el libro o documento de principio a fin, y puede bastar la lectura de un capítulo, o de una parte significativa de un capítulo, y hasta la selección de un cuadro, esquema o figura dentro del documento. La validez y utilidad de una lectura parcial dependerá de los objetivos mediante los cuales el lector se acerca al texto. Los casos en los que puede bastar una lectura parcial o la lectura de una separata correspondiente a una parte, o a uno o varios capítulos de una obra, o alguna selección de textos de diferente extensión, atañen a la indagación e investigación documental, formulación y desarrollo de proyectos, identificación de fuentes y antecedentes, revisión de literatura para crítica y comparación, búsqueda de datos concretos, y otras situaciones similares.Talvez las únicas obras que indefectiblemente requieren ser leídas de principio a fin son las narraciones de ficción (tales como novelas, cuentos, dramas, y otros géneros equivalentes). Durante los estudios en una universidad, o para investigaciones documentales de carácter personal o profesional, no siempre se requiere del uso y lectura de libros completos, y allí reside la importancia y práctica de las lecturas parciales. Como ejemplo, hoy en día una selección diversa de textos provenientes de varios tipos de fuentes con enfoques distintos, es mejor y más útil que constreñir el contenido de un curso universitario al de un libro de texto (por muy bueno que éste sea). Por ello, la lectura parcial de obras y documentos no debe ser condenada a priori.

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