Por Francisco Martínez Alas. (2008)
Apreciación sobre las universidadesDe las universidades aprecio los campus con sus instalaciones y locales para toda la actividad universitaria; asimismo, las relaciones interpersonales con los catedráticos y con los compañeros de estudio; especialmente valiosas son las bibliotecas universitarias y la producción editorial de sus editoriales concretada en revistas, libros o repositorios digitales. Con respecto a los cursos, no son tanto las clases en sí las que valoro, sino las lecturas programadas, las prácticas y ejercicios, y las discusiones entre condiscípulos: éstas dejan huella en nuestro proceso de formación y aprendizaje. Detesto las evaluaciones y las calificaciones, porque lo que se obtiene en ellas y lo que perdura en nuestras mentes, respectivamente, es irrelevante para nuestro aprendizaje real y al cabo de cada ciclo o semestre se olvida o no se ocupa nunca más.
¿Qué se aprende en realidad?No lo que nos preguntan en un examen: eso sólo se memoriza para salvar el obstáculo de una prueba escrita. Lo que se diseña y planea, lo que se arma y construye, lo que se lee y discute, lo que se opina y escribe, todo ésto sí se conserva como aprendizaje, todo eso sí se transforma en herramienta de trabajo o en instrumento para el desenvolvimiento ocupacional y profesional. Sin embargo, de todo ese esfuerzo y de todo ese producto no queda registro en los expedientes institucionales y académicos. Además, están las lecturas complementarias y la investigación ampliada de aquellos tópicos que nos estimulan, también éso llega a formar parte de nuestro capital intelectual.
Pero, generalmente, hay quienes valoran y requieren la posesión de títulos: los empleadores, las otras universidades, las relaciones sociales, la opinión pública, el Estado y los registros públicos. Aun más que nuestro nombre real y que nuestras ricas identidades, la palabra que indica un título obtenido (licenciado, maestro, doctor, ingeniero, técnico, diplomado, etc.) parece cobrar una importancia discriminatoria. ¿Qué hay de lo aprendido, de las habilidades, del potencial, de la imaginación, de la creatividad, de la adaptabilidad, de la responsabilidad, de la cultura, de la civilidad, de tantas otras cosas que nos hacen realmente capaces y competentes para la vida social y laboral? Eso, no se valora, sino excepcionalmente.
Por eso es que, en realidad, el objetivo principal de muchos al incorporarse a la educación universitaria es "comprar" (adquirir, obtener, conseguir) un título, mediante el pago de colegiaturas y matrículas, los esfuerzos esporádicos para aprobar y pasar las evaluaciones de los cursos, el cumplimiento de requisitos y prerequisitos diversos, y hacer acto de presencia en la rutina de las clases diarias. La meta es graduarse y poder mostrar el título como documento probatorio de tal esfuerzo compartido a todo aquel que lo requiera; pero no necesariamente como evidencia de lo aprendido, conocido, comprendido, aplicable y reutilizable. Para adquirir aprendizaje y conocimiento, podrían haber otros mecanismos, instituciones, políticas y regulaciones, igualmente aceptados y competentes que los de las universidades e institutos.
¿Qué es un curso universitario o similar en realidad?a. Un programa preestablecido de contenidos seleccionados (dada la imposibilidad de la exhaustividad de la cobertura temática) sobre un área cualquiera.
b. Un conjunto de contenidos que van siendo expuestos por partes en cada clase programada.
c. Una selección de lecturas diversas (y de diversa calidad y profundidad), uno o varios libros de texto, más algún recurso audiovisual o visita a algún lugar idóneo.
d. Varias evaluaciones, exámenes, pruebas, prácticas, ejercicios, escritos, diseños, presentaciones u otras similares que recibirán una calificación que combina criterios tanto cualitativos como cuantitativos, que se enfocan más en el resultado que en el procedimiento o proceso.
d. Una caracterización de tipo de curso según el enfoque dado al tema, es decir, si es histórico de la disciplina o de un concepto; si es teórico y expone los temas, elementos, principios, conceptos, categorías de la materia; o si es práctico y expone casos, experiencias, situaciones, condiciones, ejemplos; o una combinación de varios de estos.
No hay ningún misterio, ni ningún contenido esotérico, ni ninguna iniciación sofisticada y sagrada, en los estudios formales académicos: Además de la capacidad de síntesis, análisis, interpretación, exposición, expresión, esquematización, diagramación y programación del profesor o facilitador que constituye un aporte único, un carácter peculiar y por lo tanto valioso y e insustituible, pero sí equiparable, están las fuentes de partida. Todos parten de fuentes disponibles de acceso público gratuito o en préstamo (en libros, documentos, materiales impresos y gráficos, revistas, sitios web, bibliotecas, centros de información, organizaciones o empresas, etc.), o bien, de fuentes que se pueden adquirir por un precio de compra a de suscripción. Si usted sabe leer y comprender lo que ve y lee, entonces puede obtener el mismo conocimiento accediendo a las fuentes mencionadas, o adquieriéndolas en las empresas que las producen y distribuyen.
Balance de lo aprendido¿Cómo hacerlo? Se puede sumar y dividir las calificaciones o notas obtenidas en cada curso, se puede llegar a un promedio o un gran total de todas ellas -lo que se hace, en efecto-. También se podría sumar - y de hecho también se hace- la cantidad de horas asistidas a clases y prácticas, la cantidad de libros leídos o consultados, la cantidad de páginas leídas y analizadas o anotadas, la cantidad de apuntes y notas tomadas, la cantidad la cantidad de páginas y palabras escritas o de materiales preparados. Pero, sería mucho mejor medir el conocimiento real, el capital intelectual, la capacidad y competencia formadas, el carácter y la adaptabilidad forjados, la aptitud para el análisis y la interpretación, tanto desde su faceta intangible, como de su vertiente práctica y aplicable, para tomar decisiones y actuar adecuadamente en la vida, en el trabajo, en la sociedad, en la civilidad.
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